Pasó la época en la que todo lo que se producía se vendía. También se está acabando la de que todo lo que se produce con calidad se vende.
Ya no se trata sólo de producir, eso lo hace cualquiera y en cualquier parte del mundo. Ahora hay que contar con organizaciones basadas en el conocimiento, capaces de considerar la innovación y el saber hacer de sus personas como el principal valor.
La innovación no se limita al producto, abarca a toda la organización, no se define ni cuantifica, tiene que constituir su naturaleza y se alcanza cuando todas las personas toman protagonismo.
La palabra empresa es imprecisa y se utiliza tanto para referirnos a los empresarios, como a los administradores e incluso a los edificios. Pero lo más importante en las empresas, su alma, es su potencial humano. Hasta no hace mucho tiempo, las personas no contaban para nada, carecían de valor, eran mano de obra, un recurso más.
En ningún caso se puede separar el conocimiento de las personas, todas tienen conocimientos en función de sus experiencias. El futuro es de las organizaciones que permiten a los individuos definir sus retos genera experiencias y errores.
El modelo organizacional del «ordeno y mando» es un sistema centenario que no permite el riesgo o la incertidumbre. Este modelo basado en el organigrama funcional es una cadena de transmisión de unos objetivos que la mayoría desconoce. Es también un sistema basado en la especialización, con muy escaso margen para la creación. La estructura jerárquica debe dar paso al trabajo en equipo.
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