Son muy pocas empresas de tecnología las que hacen de la facilidad de uso un fin en sí mismo

Estos días un amigo me pidió que para su tienda le enseñara a «buscar música gratis por Internet, para el hilo musical, algo de jazz».

Se me ocurrieron inmediatamente dos programas iTunes y Kazaa.

Le instalé ambos y brevemente le conté qué es iPod, MP3, P2P, podcasting, fichero de alta calidad...

Como me miraba con cara de «¿pero qué me estás contando?», le invité a pasar a la acción y, yo de paso poder practicar el protocolo think aloud y la observación directa de usuarios.

Me limité a pedirle que buscara música en ambos.

Kazaa fue un caos. Para empezar, su antivirus saltaba continuamente con alertas de puertos que se abrían y pedían su confirmación; ni que decir que cada ventanita era un trauma y le asustaba «¿qué hago ahora?», y preguntaba continuamente «¿qué es un puerto de conexión segura? ¿para qué sirve esto? ¿tengo un virus?».

Con ayuda consiguió llegar al buscador. Cuando por fin seleccionó y entendió cómo buscar música, no conocía ningún autor ni nombres de canciones... «Quiero algo de jazz»... repetía desesperado... Ni os cuento lo que me costó explicarle que posiblemente su peer no le dejaría descargar los ficheros... «¿por qué? ¿le he hecho algo?», o que tras esperar pacientemente la descarga se podía encontrar con música que no era jazz...

Después de tres horas de intentos frustrados y descargas sin éxito, le invité a usar iTunes.

Le señalé la sección podcast y le expliqué cómo suscribirse: en menos de diez minutos había encontrado una emisora que le gustaba. La sorpresa surgió cuando le dije que los ficheros los descargaba el programa automáticamente... «ahhh ¡qué listo!».

Un par de días después, me llamó orgulloso: «ya estoy suscrito a cinco podcast y tengo varias decenas de horas de música».

En cuanto a Kazaa, ni lo volvió a abrir...

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